Apunte sobre los militares en el Nuevo Testamento
Fueron incontables las familias que, desde el menor de los siervos hasta los hijos, o los padres, recibieron la fe y vivieron en el amor a Cristo. Después quizá fueron los vecinos, los clientes o los compañeros de oficio o de armas… La vida de los campamentos, las mismas virtudes castrenses y bien pronto el testimonio de los mártires favoreció la expansión del Evangelio entre soldados. El ejército proporciona mártires en Italia, en África, en Egipto y hasta en las orillas del Danubio. Incluso la última persecución comenzó por una depuración de la legiones (8: A. G. Hamman, La vida cotidiana de los primeros cristianos, Palabra, 2ª ed., Madrid 1986, p. 81).
Hay tres episodios singulares de los Evangelios y Hechos de los Apóstoles que tienen por protagonistas a sendos Centuriones, es decir, “capitanes”de 100 legionarios, militares por excelencia, y, por supuesto, del ejército de ocupación de Roma en Palestina. En los tres casos estos personajes son dignos de elogio y emulación “a pesar de su profesión”, entonces ligada también a la del orden público (…unos soldados que también estaban por allí, preguntaron: ¿Y nosotros?, Juan les dijo: “No intimidéis a nadie, no denunciéis falsamente y contentaros con vuestra paga”;Lc 3,15) y su condición de extranjeros y cuasi enemigos.
El primero es el de Cafarnaúm:

(Lucas 7, 1-10) …«Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras (Bienaventuranzas) al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde Él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: “Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga”. Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: `Vete´, y va; y a otro: `Ven´, y viene; y a mi siervo: `Haz esto´, y lo hace”. Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: “Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande”. Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano».
(Mateo 8, 5-11)… «al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: “Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho”. Jesús le contestó: “Voy yo a curarlo”.
Pero el centurión le replicó: “Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mí criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: ‘Ve’, y va; al otro: ‘Ven’ y viene; a mi criado: ‘Haz esto’, y lo hace”.
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”».

Como dice el P. Fco. Fernández-Carvajal (Meditación diaria «Hablar con Dios»): «Es admirable observar cómo aquel centurión de Cafarnaúm quedó doblemente unido al sacramento de la Eucaristía: por las palabras que el sacerdote y los fieles dicen antes de comulgar en la Misa, y porque fue en la sinagoga de Cafarnaúm, que él había construido, donde Jesús dijo por primera vez que debíamos alimentarnos de su Cuerpo para tener vida en nosotros».
El segundo es el de la Pasión, el que dijo (Mt 27,54; Mc 15,39; Lc 23,47): “¡Verdaderamente, Éste era Hijo de Dios!”, y “Ciertamente este hombre era justo”.
El tercero es Cornelio, jefe de la cohorte asentada en Cesaréa y denominada ‘italiana’, al que Pedro distinguió haciéndole el primer gentil incircunciso converso y quien previamente había recibido la visita de un Ángel (Hc10,1-11,18).
Tanto del primero como de Cornelio los Evangelios reseñan que eran piadosos y hacían buenas obras.
Pues bien, centrémonos en el segundo, que tiene gran relación con España. Se llamaba Abenádar (Tesifonte al ser bautizado) –en ocasiones aparece escrito como Abén-Athar–, al menos según las revelaciones privadas de la Beata Catalina Enmerich: «Acabada la crucifixión de los ladrones, los verdugos se retiraron, y los cien soldados romanos fueron relevados por otros cincuenta, bajo el mando de Abenádar, árabe de nacimiento, bautizado después con el nombre de Ctesifón; el segundo jefe se llamaba Casio, y recibió después el nombre de Longinos» (extracto del libro La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; Época Décima, XXXII, Primera palabra de Jesús en la Cruz. (Si quiere ver más aquí). (1)
Pero este Ctesifón es, sin duda, nuestro Ctesiphon of Vergium (Tesifón, San Tesifonte), mártir patrón de Béjar (Bergi, Vergis o Vergium; Almería), de la cual fue su primer obispo. San Tesifonte fue uno de los Siete Varones Apostólicos, clérigos cristianos discípulos y compañeros del apóstol Santiago el Mayor ordenados en Roma obispos por los apóstoles San Pablo y San Pedro y que marcharon luego otra vez a Hispania a evangelizar. Sus nombres fueron, además de nuestro antiguo centurión árabo-romano, Cecilio(patrón de Granada), Torcuato, Indalecio, Segundo, Eufrasio, y Hesiquio o Isicio. San Tesifón es venerado también en la Iglesia Ortodoxa.


Aún sabiendo el valor relativo que hay que dar a una revelación privada, y también que no es obligado rechazarla, debe tenerse en cuenta, al menos, como “tradiciones” a conservar; en el lugar correspondiente, por supuesto.

No entramos en detalles sobre los libros conocidos “Los Plomos de Granada” hallados en el Sacromonte, obra supuestamente de San Tesifón y su hermano San Cecilio, ni en el dictamen de Roma sobre ellos en su momento (drástica condena ya levantada); tampoco en que nunca se han datado científicamente ni ellos ni los objetos y reliquias hallados previamente en el derribo de la Torre Vieja o Turpiana para construir la Catedral granadina. Pero sí hay que recordar que las reliquias de San Tesifón, San Cecilio y San Hiscio (Isicio), fueron declaradas verdaderas y dignas de culto por el Obispo D. Pedro Vaca de Castro y Quiñones, hijo de un Virrey de Perú, quien había sido funcionario de la Corona y presidente sucesivamente las Reales Chancillerías de Granada y Valladolid (los Tribunales Supremos de la época), es decir, un hombre muy versado en procedimientos legales y con profundo respeto a los mismos, además de muy prudente. Las sesiones del sínodo se celebraron del 16 al 28 de abril de 1600 (cinco años después de los hallazgos de Sacromonte). El sínodo, en el que expresaron su unánime voto aprobatorio 49 teólogos (incluidos S. Juan de la Cruz y la Beata María de Jesús) y canonistas, con la fórmula: declaramos (que) las dichas Reliquias deben ser recibidas, honradas y veneradas, y adoradas con culto divino, como reliquias verdaderas. Estas reliquias se veneran en la abadía del Sacromonte, en las arquetas situadas junto al Cristo del retablo.
–oo–
[1] La amarga Pasión de Cristo, de la Beata Catalina Enmerich, Editorial Voz de Papel, Madrid, 2010, páginas 160, 218, 230, 305 y 309. Traducción directa de José María Sánchez de Toca de Das bittere Leiden Unsers Herrn Jesu Christi (1833) (o La Amarga Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, primera edición alemana por Clemente Brentano, compilador de las visiones de la beata en 1823), con prólogo de Monseñor Cañizares cuando era Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Muy interesante.
Desgraciadamente, la fe de los militares, que, a pesar de los pesares, se ha conservado entre los de más de 50 años, creo que se ha perdido entre los más jóvenes.