Las focas en las ventanas
Cuando había libertad y, entre otras muchas cosas que hoy nos prohíben, se podía ir al circo a ver cómo los animales demostraban sus grandes capacidades, las focas, fócidos de la familia de los mamíferos pinnípedos, llamaban la atención y sorprendían.
Las focas eran graciosísimas. A la chiquillería, y también a los adultos, aunque éstos solían poner cara de circunstancias, las focas les causaban verdaderos ataques de risa cuando realizaban una de sus más esperadas gracias: aplaudir subidas en enormes taburetes, al tiempo que emitían un sonido ininteligible pero en absoluto desagradable, sino todo lo contrario, porque aplauso y vocerío eran un todo hilarante.
Desde que nos estalló en la cara la crisis vírica que nos diezma por mor de la ineptitud, soberbia y desprecio por nuestras vidas de Sánchez, Iglesias y demás caterva de frentepopulistas desorejados, se ha puesto de moda que, a las 20,00h, los españolitos «concienciados» y «solidarios» salgan a ventanas y balcones y aplaudan… igualito que las focas en el circo.
Y decimos igualito no sólo porque sus figuras asomadas golpeando palma contra palma son idénticas a las de aquéllas, sino también porque, por mucho que digan y quieran justificar tal acción, les pasa como a las focas del circo, que aplaudían, sí, pero no sabían a quién, ni para qué, ni por qué… bueno, ni siquiera sabían que aplaudían, pues ellas sólo reaccionaban a una orden del domador a cambio de… una sardina o un boquerón.

¿Por qué aplauden las focas humanas en España? Porque, como las del circo, reaccionan a una orden del tirano que nos desgobierna sutilmente trasmitida por los medios de in-comunicación liberticidas que nos desinforman y aborregan, que nos impiden pensar libremente y menos aún disentir.
Si les preguntan a dichas focas, les dirán que aplauden a los que están en «primera línea» en la lucha contra la epidemia, refiriéndose a sanitarios, policías, militares, dependientes de tiendas de alimentación y algún otro colectivo por el estilo, pero eso no es verdad porque:
- En primera línea estamos todos, también los encarcelados en nuestros domicilios, porque todos podemos infectarnos, y de hecho así está ocurriendo.
- Dichos colectivos no están realizando nada extraordinario, sino únicamente su labor, su trabajo, ese que eligieron voluntariamente conociendo sus riesgos en situación normal –también en ella tratan con enfermos infecciosos– o anormal o extraordinaria como es la actual; son trabajos y deberes que encierran siempre per se un riesgo.
El problema es otro, el problema está en:
- Una sociedad sin rumbo, hedonista, aburguesada, decadente, que precisa de héroes y, no teniéndolos, más bien todo lo contrario, tiene que inventarlos.
- Unos ciudadanos que han perdido por completo el sentido de lo vocacional, es decir, de que existen vocaciones, «llamadas» –sacerdotes, militares, policías, médicos/sanitarios y maestros/profesores–, porque las han rebajado hasta convertirlas en meras profesiones a las que se accede no por vocación, es decir, por el solo afán de servicio a los demás, a la sociedad, a la patria, a la nación, y ello a cambio sólo y exclusivamente de la satisfacción del deber cumplido –y, claro, un salario justo, más bien corto–, renunciando a multitud de derechos, no, sino que lo hacen por la pasta, la prebenda, los «derechos» y la insana ambición, es decir, como en cualquier trabajo o profesión no vocacional.
Por lo dicho, los que salen a aplaudir no son seres humanos, sino focas, pero eso sí, sin gracia, al contrario que aquellas del circo, porque lo que están haciendo con sus aplausos es seguir la corriente y apuntalar a un gobierno criminal que quiere esconder sus vergüenzas para seguir donde está a toda costa sin asumir responsabilidad alguna, sino incluso todo lo contrario, o sea, aprovechando las circunstancias para dar pasos largos y decididos en su imposición de un modelo ideológico totalitario y degenerado que precisa, como históricamente ha demostrado mil veces, de muertos, miseria y borregos para asentarse, de focas humanas que reaccionen a su voz por… una sardina o un boquerón.
¿Y no sería mejor rezar a las 20,00h pidiendo al Señor que nos conceda la conversión y nos libre de la epidemia que, en parte, es prueba –o incluso castigo– por nuestros pecados?
