La rendición de Madrid comenzó en Menorca
En Febrero se han cumplido ochenta años de la rendición de Menorca a las fuerzas nacionales. Hecho injustamente marginado en su día y poco valorado incluso hoy, tuvo una especial resonancia en la España todavía frentepopulista, sirviendo de impulso al Col. Casado y a los que con él ultimaban el golpe contra Negrín y los comunistas. Por su peculiaridad, originalidad y oportunidad constituyó un notable éxito de Franco.
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Menorca fue la única de las islas Baleares que quedó en manos frentepopulistas al fracasar en ella la sublevación encabezada por el gral. José Bosch Atienza que no consiguió el respaldo ni de los mandos subalternos, los suboficiales –entre ellos destacó por su audacia y radicalidad el brigada Pedro Marqués Barber–, ni de la mayoría de la tropa debido, por un lado, a que tanto ésta como aquéllos eran «de aluvión», es decir, de los que nadie quería en otros lugares por su indisciplina y conflictividad, muchas veces producto de sus ideas revolucionarias, y, por otro, por la perdurable influencia en la isla de la masonería, resaca de su largo dominio por los ingleses en el pasado.

Conviene recordar que el 2 de agosto de 1936, los suboficiales, al mando de Marqués, dueños de la guarnición y de la isla, sabiendo de la inmediata llegada desde Barcelona de una delegación de oficiales para procesar a los sublevados detenidos, asesinaron en la fortaleza de La Mola al gral. Bosch, un teniente coronel, cuatro comandantes, a los tenientes jefes de la Guardia de Asalto, Guardia Civil y de los Carabineros, a un capitán y a un coronel retirado, este último presidente de la Unión de Derechas de Menorca. Al día siguiente, ya con la citada delegación en Mahón, y a despecho de ella, asesinaron a la práctica totalidad del resto de detenidos por entonces: 148 personas entre militares (algunos simples soldados) y civiles, salvándose sólo 14.
La llegada de contingentes frentepopulistas desde Barcelona, entre los cuales figuraban numerosos delincuentes, para participar en la operación de desembarco en Mallorca del cap. Alberto Bayo Giroud, provocó durante las dos semanas que permanecieron en la isla un huracán de desmanes: saqueos de iglesias, comercios y propiedades privadas, especialmente las villas veraniegas, dejando tras de sí un panorama desolador. El 20 de noviembre, como venganza por el fallecimiento de seis trabajadores y un marinero a consecuencia del bombardeo de la base naval de Mahón por aviones italianos, una turba dirigida por el suboficial de Marina Luis Aniceto de Alba, extraía, con permiso de Marqués, del vapor-prisión Atlante a 37 sacerdotes, 26 militares y 10 civiles que eran asesinados en el muelle.

Días después llegaba a Menorca el Coronel José Brandaris de la Cuesta, designado Comandante Militar de la plaza, quien impuso orden en la guarnición y organizó a la población civil logrando calma y estabilidad; no volverían a repetirse actos como los descritos. La isla sufriría durante toda la guerra un progresivo aislamiento al estar situada en un archipiélago rodeada de enemigos, en un mar donde la Armada nacional iría siempre adquiriendo supremacía y con el temor a que en cualquier momento Franco decidiera ocuparla.
Así mismo, Menorca fue parte de un delicado, sutil y muy particular juego de equilibrio internacional debido a su especial situación geopolítica, máxime siendo la única de las Baleares en poder del Frente Popular, permaneciendo en buena medida bajo protección francesa al serle imprescindible a París para asegurar sus comunicaciones con Argelia, por lo que incluso periódicamente envió alimentos y otros recursos. Por supuesto tal apoyo no fue desinteresado, pues, además de lo dicho, Francia temió siempre que, sobre todo Italia, pero también Alemania, pudieran hacerse con ella. Lo mismo le ocurría al Reino Unido, temeroso de perder un eslabón de su influencia en el Mediterráneo en beneficio de italianos y alemanes.
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A comienzo de 1939, Menorca contaba con unos 45.000 habitantes, de los cuales casi 10.000 constituían su guarnición militar. Con la liberación de Barcelona en enero de 1939 y el imparable avance de las tropas nacionales en Cataluña, Menorca quedó sentenciada. Su situación, debido a los negativos avatares de la guerra, se había hecho cada día más insostenible. La habitual carencia de recursos para autoabastecerse llegaba al límite; la ayuda francesa mencionada nunca fue abrumadora. Los alimentos que no fueran básicos habían desaparecido prácticamente; o se vendían en el mercado negro a precios exorbitantes. Los básicos, como las patatas, azúcar, arroz, hortalizas o café casi ni existían, al igual que el tabaco.
Sin embargo, el gobierno frentepopulista no consideraba su abandono. En diciembre de 1938 el gral. Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor Central, visitaba la isla para comprobar el estado de sus defensas considerando seriamente la posibilidad no sólo de que la isla resistiera de forma numantina, sino que su principal puerto, Mahón, constituyera refugio y base de operaciones de parte de la flota que permanecía en Cartagena. Por su parte, Franco, siempre realista, no contemplaba ni por asomo tales posibilidades, teniendo en cuenta la penosa situación de su población, que conocía, y el hecho de que su principal jefe, el ya Gral. Brandaris (había ascendido en diciembre de 1938), si bien nunca fue afecto al Movimiento Nacional, tampoco era decidido partidario del Frente Popular.

Conscientes, de todas formas, de la dosis de utopía de sus propios planes, así como también de las pocas convicciones de Brandaris, Negrín nombraba el 22 de enero de 1939 al Capitán de Navío (habilitado) Luis González de Ubieta, jefe de la base naval de Mahón y Comandante Militar de Menorca, quien llegaría a la isla el 3 de febrero en el destructor Almirante Miranda –el gral. Brandaris salió de la isla nombrado comandante militar de Barcelona, mando que rehusó asumir–; González de Ubieta había sido quien en la noche del 5 al 6 de marzo de 1938, al mando de una escuadra naval frentepopulista, había conseguido hundir el crucero nacional Baleares; gracias, más que a su pericia, a los errores cometidos por su comandante, el contraalmirante Manuel Vierna Belando.
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A iniciativa del capitán de corbeta retirado (habilitado de capitán de fragata), Fernando Sartorius y Díaz de Mendoza, conde de San Luis, jefe de la Región Aérea de Baleares, Franco aprobó el plan consistente en conseguir la rendición menorquina mediante una negociación por intermediación británica.

El 25 de enero de 1939, Sartorius visitaba en Palma de Mallorca al cónsul británico en las Baleares, Allan Hug Hillgarth –oficial de la Royal Navy retirado, combatiente en la I Guerra Mundial, afincado en España desde 1929, nombrado cónsul británico en 1936, masón adscrito a la Gran Logia de Inglaterra y miembro, por las circunstancias, del servicio secreto británico–, a fin de conseguir de él que Londres le trasladase a Mahón en un buque de la Royal Navy, sobre el cual negociar con las autoridades frentepopulistas la rendición de la isla; caso contrario se procedería a la invasión previo su intenso bombardeo por la aviación italiana.
Sartorius era gran conocedor de las islas, así como de la cada día más favorable actitud de los británicos hacia el reconocimiento de los nacionales, por lo que la propuesta de su mediación llegaba en el momento oportuno, algo que Franco también conocía, pues ya sabía que Londres buscaba intensamente la forma más airosa para reconocer a su gobierno; el Foreing Office –como la Gran Logia de Inglaterra, casi siempre ambos de la mano desde el siglo XIX–, además de haber intervenido durante la guerra en algunos intentos de mediación para poner fin al conflicto de forma negociada, ya había decidido el reconocimiento de Franco, como al poco confirmaría Chamberlain, primer ministro británico «una alteración sustancial en la situación actual, nos justificaría para reconocer al Gobierno del General Franco, por lo que nos alegraría disponer de la oportunidad para hacerlo» (consejo de ministros del 8-02-1939). También influían las presiones de Francia, que buscaba la forma de proceder a ese reconocimiento para cambiar «de bando» cuanto antes y hacer olvidar su apoyo al Frente Popular durante toda la guerra.
El único reparo británico a la mediación era que pudiera tomarse por la comunidad internacional como «intervención» y reconocimiento de facto del gobierno de Burgos. Hillgarth y Denys Cowan –éste cónsul británico en Madrid, también masón y principal exponente de los servicios secretos en España–, convencieron al Foreign Office de que la rendición negociada de Menorca era más que factible y de que nadie tomaría su mediación como reconocimiento de Franco, si Negrín y el gobierno francés daban su visto bueno, y Burgos se comprometía a que en la ocupación final de la isla no intervinieran fuerzas ni italianas ni alemanas.

El 1 de febrero, Sartorius volvía a Palma desde Burgos con el visto bueno definitivo de Franco en las condiciones señaladas por los ingleses. El 3, la embajada británica en París comunicaba la aprobación del gobierno francés. El 4, Hillgarth comunicaba el beneplácito de Londres. Desde el 3 al 6, aviones italianos dejaron caer sobre las principales localidades menorquinas ingentes cantidades de octavillas conminando a su guarnición a rendirse: «El Caudillo no desea que haya más derramamiento de sangre«; asegurando que de lo contrario la isla sería invadida. El 5 se reunían en Palma de Mallorca, Sartorius, Hillgarth –que por orden del Foreing Offices no viajaría a Mahón–, el almirante Moreno –segundo jefe del Estado Mayor de la Armada nacional– y el capitán de navío Gerald Muirhead-Gould, comandante del crucero Devonshire designado a los efectos. En la reunión, Moreno sorprendió anunciando que Franco había autorizado a los británicos a evacuar a Marsella a los mandos militares y autoridades frentepopulistas que lo desearan, así como a «otros criminales». Con ello, el Caudillo daba el paso decisivo para hacer de la rendición de Menorca prueba y ejemplo para toda la España frentepopulista de su benevolencia. Nada mejor para restar apoyos a los comunistas empeñados en continuar la guerra.
Justo en esos mismos días se precipitaban los acontecimientos en Madrid. A finales de enero se había entregado a Casado, por medio de su médico, el comandante Diego Medina, miembro de la Organización Antonio del SIPM, la decisión de Franco de otorgar garantías a los militares que depusieran las armas y no tuvieran delitos de sangre de los que responder. Besteiro, animado por esa misma red, se reunía el 3 con Casado quedando ambos de acuerdo. El día 5, Casado recibía la visita del principal agente del SIPM en Madrid, el Tte. Col. José Centaño, que le confirmaría la decisión del Caudillo de asegurar el salvoconducto para salir de España a los militares citados más arriba, quedando así «institucionalizada» la comunicación entre Casado y Franco a través del SIPM. Aunque siempre fue reconocido por propios y extraños, amigos y enemigos, el absoluto valor de la palabra del Generalísimo, una prueba de lo ofrecido no vendría mal, dadas las circunstancias. Franco era consciente de ello, eligiendo Menorca para desempeñar tan trascendental papel; de ahí el plan tan hábil, novedoso, peculiar, insólito y sorprendente, prueba de su realismo, flexibilidad e inteligencia con el que perseguía un doble objetivo: lograr la rápida, económica e incruenta liberación de la isla y reforzar la decisión de Casado de dar su golpe.
El Devonshire entró en Mahón sobre las 09,00h del 7 de febrero. Sobre las 11,30h Ubieta subía al buque entrevistándose con Muirhead-Gould que le urgió a reunirse con Sartorius. Ubieta abandonó el crucero regresando sobre las 13,00h., acompañado del suboficial maquinista Baudilio San Martín, jefe de la base naval. En la reunión con Sartorius, Ubieta hizo alarde de su conocido carácter desabrido, aunque la entrevista se mantuvo en un tono correcto, bien que sumamente frío y distante por ambas partes. Enterado Ubieta de las condiciones de rendición, aseguró que no entregaría la isla sin orden expresa de sus autoridades, dando Sartorius de plazo para la respuesta definitiva hasta el día siguiente a las 10,00h. Sin embargo, ya con la reunión finalizada, Ubieta cambió de opinión y se mostró dispuesto a tomar él la decisión final si como máximo a las 07,00h. de tal día no había podido contactar con Negrín.

Debido al caos que ya reinaba en la zona frentepopulista, Ubieta no consiguió hablar ni con Negrín, ni con el gral. Miaja, mando supremo de las fuerzas militares de dicha zona, lográndolo sólo brevemente con el Jefe de la Flota, el Capitán de Navío (habilitado) Miguel Buiza y Fernández Palacios, quien dejó en manos de Ubieta hacer lo que mejor considerara; Buiza estaba ya entonces de acuerdo con Casado, por lo que la noticia de las condiciones ofrecidas por Franco en Menorca no hicieron sino confirmar al coronel lo que ya sabía ya por el SIPM.
Cuando todo parecía marchar sobre ruedas, en la madrugada del 8 de febrero, extendida por Mahón la noticia de que la llegada del Devonshire significaba el inicio de negociaciones para la rendición, parte de la guarnición de Ciudadela –segunda localidad en importancia de la isla, situada en el extremo opuesto al de su capital, Mahón– se sublevaba dirigida por el teniente Juan Thomas y el mayor Pedro Pons en lo que se conoció como «Sa girada». La sublevación causó la reacción de parte de la guarnición de Mahón que marchó sobre Ciudadela quedando finalmente la situación en tablas tras varios enfrentamientos en los que resultó muerto el comandante jede de la guarnición de Ciudadela.
En la madrugada del 8 de febrero, volvía González Ubieta al crucero británico, acompañado por San Martín y los comisarios políticos Francisco Mercadal y Ángel Valbuena, reconociendo que la resistencia era inútil. Ubieta se mostró entonces decidido a entregar la isla, poniendo como única condición que cualquiera que temiera por su vida pudiera subir al Devonshire; algo ya previsoramente concedido de antemano por Franco, como hemos dicho.

Mientras ocurría lo anterior, alguno de los sublevados en Ciudadela había contactado con Palma de Mallorca dando cuenta de lo que ocurría, solicitando apoyo. Sobre las 16,00h., aviones italianos realizaron dos pasadas sobre Mahón y La Mola dejando caer varias bombas que causaron tres muertos y algunos heridos. Ni que decir tiene que la alarma cundió no sólo entre Ubieta y los suyos, sino también entre Sartorius y los británicos, de forma que sobre las 17,00h., el Devonshire abandonaba el puerto, mientras el comandante Muirhead-Gould trasmitía sus quejas a Hillgarth y Sartorius intentaba contactar con Burgos.
Fue Hillgarth quien logró, a través de Cowan, obtener rápidamente garantías de Burgos de que el ataque había sido realizado de motu proprio por los aviadores italianos y de que no volvería a repetirse, por lo que, pasado el susto, el Devonshire retornó a Mahón. Además, Hillgarth informó a Sartorius de que al día siguiente, 9 de febrero, fuerzas de la 105 División nacional, que ya habían partido de Barcelona, desembarcarían en Ciudadela y otros puntos de la isla para hacerse con ella. Franco presionaba para lograr un éxito inmediato.
Apremiando el tiempo ante el anuncio de la inminencia del desembarco nacional, la noche del 8 al 9 de febrero fue especialmente intensa en Mahón. Hacia las 05,00h de la madrugada del último día citado, el Devonshire zarpaba de su puerto llevando un total de 450 personas entre mandos y autoridades frentepopulistas y sus familias, mientras que en el velero Carmen Pico huían otras 70. A Sartorius se le trasladó al destructor Hotspur para ser posteriormente desembarcado y poder así unirse a las tropas nacionales; antes se pactó con Ubieta, para evitar cualquier vacío de poder, nombrar como comandante general interino de Menorca al Col. retirado Alfonso Useleti López de Lara.
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Operación tan peculiar y exitosa, una vez conocida, tuvo notable resonancia e inmediatas repercusiones. Los «casadistas» reafirmaron su decisión de proceder a dar su golpe; los que no estaban enterados de su preparación, comprendieron que la rendición tenía sus ventajas; los comunistas vieron cómo se les restaba lealtades y fuerza; el embajador frentepopulista en Londres, Pablo de Azcárate y Flórez, protestó ante el Foreign Office por que se hubiera prestado un buque a miembros de las «autoridades sublevadas»; el Partido Laborista británico acusó el 13 de febrero a Chamberlain de lo mismo, recibiendo un contundente varapalo al justificar éste su actuación por el enorme interés estratégico de Menorca, el no menor de impedir que Italia pudiera hacerse con ella, el haber salvado la vida de no pocas personas y el prestigio internacional adquirido; el duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcón, «representante comercial» de Burgos en Londres –en quince día sería reconocido como embajador–, trasmitió a Lord Halifax, ministro de la Guerra británico, la gratitud de Franco por la colaboración prestada.
Los británicos abrigaron esperanzas de adquirir protagonismo y méritos repitiendo los hechos. Lord Halifax presentó al consejo de ministros el 15 de febrero un memorándum en el que decía «Tenemos mucho camino por recorrer si queremos establecer relaciones amistosas y asegurar un trato justo para los intereses británicos en la Nueva España; por lo tanto, es de primordial importancia borrar lo más pronto posible la amargura que prevalece actualmente contra el Gobierno de Su Majestad entre los seguidores del general Franco; el reconocimiento por parte del Gobierno de Su Majestad podría, además, si se realiza de inmediato, tener algún efecto para conseguir el adelanto del cese de las hostilidades» (Cabinet of the United Kingdom). Trasladado al duque de Alba el ofrecimiento de los servicios de la Royal Navy para evacuar a cuantos frentepopulistas fuera posible de cualquier punto de la costa española aún en su poder, al día siguiente les llegaba la rotunda y lacónica negativa de Franco. Y es que, cumplidos los objetivos propuestos con creces y con la victoria absoluta asegurada, nada justificaba que el hecho sentara precedente.
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Fernando Sartorius falleció en 1972, siendo Contraalmirante. González Ubieta falleció en 1950 al hundirse el barco que comandaba en aguas de Venezuela. Allan Hillgarth falleció en 1978. El comandante Muirhead-Gould falleció en 1945 de un ataque cardíaco. El brigada Marqués fue fusilado el 06-11-1939.
Artículo publicado en el Nº 213 de Razón Española (fundacionbalmes@yahoo.es / 91 457 18 75)

Mágnifico relato de la guerra civil, del que no conocía los detalles y que pone además de manifiesto la alianza «discreta» que mantenía el general Franco con el primer ministro británico.
Estimado lector: mil gracias. Efectivamente. Y es que la habilidad y sensibilidad política, diplomáica y de estadista de Franco, hoy tan vilipendiado por todos, fue una de sus más desconocidoas virtudes; máxime en momentos tan complicados y difíciles. Saludos cordiales
Extraordinrio
Estimado comentarias: mil gracias. No se merece. Abrazos