Alfie y la loba
Alfie en la boca de la loba mundialista.
Ayer noche se jugaba,
Un gran partido europeo.
Liverpool y Roma estaban,
Luchando en un coliseo.
Lo ganó Albión con solvencia,
La Roma espera a la vuelta,
Está por ver si en Italia,
Zanjará un “tres” la reyerta.
Pero a ese enfrentamiento,
Era ajeno un inocente,
Que dormía a pocos metros,
Del estadio decadente.
Sólo rezaban sus padres,
Mirando quizás a Roma:
“Que no se nos haga tarde,
Que acabe la triste broma”.
Pasión de cuatro semanas,
De batalla frente a frente
Contra la injusticia humana,
Que a Alfie, penó la muerte.
¿Qué pudo hacer ese crío,
Para sufrir tal condena?
¿Qué delito ha cometido,
El pequeño de los Evans?
Me dio luz un noticiario,
Que ayer hablaba del caso.
Fue clarito y lapidario:
Alfie es, un bien escaso.
No usaron esas palabras,
(No era imparcial la noticia).
Mas la plumilla macabra,
Lo dio a entender con malicia.
Lo expuso la reportera,
Porque en LLodio habían matado,
De bala firme y certera,
A un buey que se había escapado.
Alfie y el bicho castrado,
Compartían importancia,
La plumilla en su listado,
Leíalo con repugnancia.
Al busto televisivo,
Disparar a ese ganado,
Cruel le pareció, excesivo.
“¿El niño? No. Fue juzgado”.
Y como bueyes hay muchos,
Y niños cada vez menos,
Los segundos para el rucho,
Son malos, los otros buenos.
Por eso digo que el crío,
Es un bien al que señalan,
Los voceros del Hastío,
Los que están en la Pomada.
Alfie se agarra a la vida,
A su madre, a su custodio,
Al soplo con que respira,
Y Al que no conoce el odio.
Alfie es como un ejemplo,
Como un milagro, una muestra,
De que en un mundo siniestro,
Dios eleva aún Su diestra.
La Putísima Bretaña,
Negara siempre el rescate,
Lo ajusticiará con vil saña,
Si nadie impide el dislate.
Sólo nos queda la Roma,
La Roma eterna, Petrina,
Roma de las siete lomas,
Católica, Una y Palatina.
El dos de mayo, en su alcoba,
Del “Bambino Gesù”, Alfie,
Disfrutará con La Loba,
Calzando cuatro al de Anfield.
